Aníbal García-Almuzara
El afamado pintor Juan Martín descubre un dibujo que le llama la atención durante el cumpleaños de un sobrino. Su autor, Marcos, es un niño traumatizado por un atropello del que fue testigo y del que su padre es responsable.
Los caminos de ambos y los de sus respectivos mundos se cruzan con la pintura de fondo en busca de redención y de nuevos comienzos, mientras monstruos de papel y de carne y hueso acechan con las mejores y peores intenciones.
«Sara aprovechó la mañana de domingo para deambular sin rumbo por las calles del centro, deteniéndose frente a las galerías de arte que hallaba a su paso, admirando la luz de la ciudad y de su cielo, los árboles que parecían susurrar a los balcones, la vida que salía orgullosa a celebrarse. Pensaba que aquel era un día espléndido para dejar atrás los miedos y ponerle riendas al indómito mañana».
Aníbal García-Almuzara
El afamado pintor Juan Martín descubre un dibujo que le llama la atención durante el cumpleaños de un sobrino. Su autor, Marcos, es un niño traumatizado por un atropello del que fue testigo y del que su padre es responsable.
Los caminos de ambos y los de sus respectivos mundos se cruzan con la pintura de fondo en busca de redención y de nuevos comienzos, mientras monstruos de papel y de carne y hueso acechan con las mejores y peores intenciones.
«Sara aprovechó la mañana de domingo para deambular sin rumbo por las calles del centro, deteniéndose frente a las galerías de arte que hallaba a su paso, admirando la luz de la ciudad y de su cielo, los árboles que parecían susurrar a los balcones, la vida que salía orgullosa a celebrarse. Pensaba que aquel era un día espléndido para dejar atrás los miedos y ponerle riendas al indómito mañana».