Elio Irmão
En Sólo fue un huracán seguimos la sintética evolución de la vida de la cantante británica Grace Blackwell (trasunto de Amy Winehouse), esto es, de una vida que combinó sonoros éxitos a escala mundial, junto con una profunda infelicidad a nivel personal, lo que le llevó a un proceso imparable de autodestrucción que desembocó en su prematura muerte.
En la obra, a partir de datos biográficos referidos al personaje real -aunque primando la fabulación que, como es natural, exige siempre el personaje de ficción-, se entremezclan los comienzos de una artista internacional, seguidos de los vanos oropeles que, con su evolución, fue rápidamente cosechando, los cuales se malograron, casi con la misma rapidez con que llegaron, por una decisión consciente de quien sentía una profunda insatisfacción vital –o, quizás, fue que la protagonista no consiguió sustraerse a la vorágine de unas adicciones que, poco a poco, fueron apoderándose de ella y de las que, finalmente, no supo (o no pudo) escapar-.
En este drama, aderezado con algunos toques que resultan cómicos, el autor plantea -y así lo adelanta desde el prólogo- algunos temas para la reflexión desde una perspectiva existencialista, siendo el más llamativo el que tiene que ver con el determinismo del destino de cada uno de nosotros frente a la voluntad real para gestionarlo, incluso la tesis (respetable) de la autodestrucción progresiva de un ser humano; valiéndose para este cometido de elementos propios del “realismo mágico”, los cuales ha utilizado, igualmente, en otras de sus obras.
Elio Irmão
En Sólo fue un huracán seguimos la sintética evolución de la vida de la cantante británica Grace Blackwell (trasunto de Amy Winehouse), esto es, de una vida que combinó sonoros éxitos a escala mundial, junto con una profunda infelicidad a nivel personal, lo que le llevó a un proceso imparable de autodestrucción que desembocó en su prematura muerte.
En la obra, a partir de datos biográficos referidos al personaje real -aunque primando la fabulación que, como es natural, exige siempre el personaje de ficción-, se entremezclan los comienzos de una artista internacional, seguidos de los vanos oropeles que, con su evolución, fue rápidamente cosechando, los cuales se malograron, casi con la misma rapidez con que llegaron, por una decisión consciente de quien sentía una profunda insatisfacción vital –o, quizás, fue que la protagonista no consiguió sustraerse a la vorágine de unas adicciones que, poco a poco, fueron apoderándose de ella y de las que, finalmente, no supo (o no pudo) escapar-.
En este drama, aderezado con algunos toques que resultan cómicos, el autor plantea -y así lo adelanta desde el prólogo- algunos temas para la reflexión desde una perspectiva existencialista, siendo el más llamativo el que tiene que ver con el determinismo del destino de cada uno de nosotros frente a la voluntad real para gestionarlo, incluso la tesis (respetable) de la autodestrucción progresiva de un ser humano; valiéndose para este cometido de elementos propios del “realismo mágico”, los cuales ha utilizado, igualmente, en otras de sus obras.