ERNESTO MEZA
La novela gira en torno a las vicisitudes que sufre una travesti para llegar a ser ella misma, la que siempre quiso ser, como el sueño de mariposa que se sueña ser soñada, llegando al destino intacto de su propio ser. Parada en la baldosa de su única existencia como Marcelo, que no podía entender que fuera aquel su destino, el de andar sintiendo unas ganas tremendas de salirse de él, irse a otros racimos, ser uva de otra piel, ser de otro tiempo, de otro lugar, en el territorio de otro sueño.
Desde aquel niño que fue, parado frente al aula con su voz casi de niña, mientras la risa y la burla contenida de los varones que lo acosaban. A veces confundía la realidad con el sueño y el sueño con la realidad, porque se estrenaba en los sueños lúcidos. Las cosas más disparatadas le sucedían en los sueños. Había logrado darse cuenta que las experiencias que le sucedían estando dormido las estaba soñando, eso era la clave, el secreto de poder vivir un sueño lúcido como si fuese real. También le servía para escaparse al otro lado del sueño, donde las agresiones no le dejaban ninguna secuela de diente roto o de los desbordes autoritarios de su padre, un militar con el rango de Sargento Ayudante que perseguía a subversivos, allanando domicilios e incautando las pertenencias de los que eran apresados, lo que les trajo una incómoda prosperidad a su familia.
Algunas noches su pensamiento, ya en la frontera del sueño, se articulaba con el género femenino y se soñaba niña. Se soñaba sobre unos patines con botas rosadas como los de su prima Zulma, volando sobre un cielo celestial. La conciencia lo acompañaba al cruzar la frontera del sueño hacia un mundo irreal pero con imágenes tan vívidas como cuando estaba despierto, aunque mucho más intensas, mucho más alegres y donde era definitivamente feliz.
Tuvo que dejar su casa e irse a la capital ante el repudio de su padre. Era la historia repetida de las travestis que viajaban desde el interior, pero en su caso, las circunstancias determinaron que debiera seguir viviendo dentro de un armario en su condición escondida de travesti, por eso siguió escapándose de la realidad a través de los sueños lúcidos. Fue empleado en una librería donde una mujer mezcla de pitonisa mitológica y de gitana embaucadora convocaba a los espíritus de los escritores muertos.
Se soñó en el vientre de su madre antes de nacer, en el tren del sueño cuando retornó a su pueblo como travesti para evitar ser soldado o haciendo furor en los carnavales soñándose vestida de reina. Lloró su duelo oculto de las travestis asesinadas. Se soñó en medio de una marcha del orgullo bajo un arco iris recostado en un cielo hecho de remiendos de otros cielos celestes que los desiguales no alcanzaban a ver.
ERNESTO MEZA
La novela gira en torno a las vicisitudes que sufre una travesti para llegar a ser ella misma, la que siempre quiso ser, como el sueño de mariposa que se sueña ser soñada, llegando al destino intacto de su propio ser. Parada en la baldosa de su única existencia como Marcelo, que no podía entender que fuera aquel su destino, el de andar sintiendo unas ganas tremendas de salirse de él, irse a otros racimos, ser uva de otra piel, ser de otro tiempo, de otro lugar, en el territorio de otro sueño.
Desde aquel niño que fue, parado frente al aula con su voz casi de niña, mientras la risa y la burla contenida de los varones que lo acosaban. A veces confundía la realidad con el sueño y el sueño con la realidad, porque se estrenaba en los sueños lúcidos. Las cosas más disparatadas le sucedían en los sueños. Había logrado darse cuenta que las experiencias que le sucedían estando dormido las estaba soñando, eso era la clave, el secreto de poder vivir un sueño lúcido como si fuese real. También le servía para escaparse al otro lado del sueño, donde las agresiones no le dejaban ninguna secuela de diente roto o de los desbordes autoritarios de su padre, un militar con el rango de Sargento Ayudante que perseguía a subversivos, allanando domicilios e incautando las pertenencias de los que eran apresados, lo que les trajo una incómoda prosperidad a su familia.
Algunas noches su pensamiento, ya en la frontera del sueño, se articulaba con el género femenino y se soñaba niña. Se soñaba sobre unos patines con botas rosadas como los de su prima Zulma, volando sobre un cielo celestial. La conciencia lo acompañaba al cruzar la frontera del sueño hacia un mundo irreal pero con imágenes tan vívidas como cuando estaba despierto, aunque mucho más intensas, mucho más alegres y donde era definitivamente feliz.
Tuvo que dejar su casa e irse a la capital ante el repudio de su padre. Era la historia repetida de las travestis que viajaban desde el interior, pero en su caso, las circunstancias determinaron que debiera seguir viviendo dentro de un armario en su condición escondida de travesti, por eso siguió escapándose de la realidad a través de los sueños lúcidos. Fue empleado en una librería donde una mujer mezcla de pitonisa mitológica y de gitana embaucadora convocaba a los espíritus de los escritores muertos.
Se soñó en el vientre de su madre antes de nacer, en el tren del sueño cuando retornó a su pueblo como travesti para evitar ser soldado o haciendo furor en los carnavales soñándose vestida de reina. Lloró su duelo oculto de las travestis asesinadas. Se soñó en medio de una marcha del orgullo bajo un arco iris recostado en un cielo hecho de remiendos de otros cielos celestes que los desiguales no alcanzaban a ver.