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LIBRERÍA ONLINE CUERPO Y ALMA
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CUERPO Y ALMA

13,00 €

DEVAN AMORGUI

Desde  mi breve introducción al mundo —no hubo voluntad propia, fue una imposición foránea— lo supe. Vi, sentí, pensé y escribí himnos. Pueden honrar al que está clavado en el árbol. No lo digo con ironía. Y ahora este presente instante se dilata, perecedero quiere hacerse eterno... Puedo contar diez mil y una flor de mi Carmen para consolar una vida dolorida, entretener una muerte tediosa.

Un mundo pasa bajo sus pies ¡Dios de las alturas celestes! Yo soy el hombre, fugitivo, busqué tu sonrisa y encontré una concha vacía.

Veo, siento, y pienso, y envidio el silencio que reside en esa piedra. Dichosa piedra, nostálgico poeta, condenado y no me tienta una gloria momificada.

Que llore mi noche, deseo que arda, si me ata el amor que se rompa en fragmentos. A ver si puedo alcanzar un climático fin, destilar una esencia emancipadora y suspender los próximos, funestos y trágicos renacimientos. Lo deseo en cuerpo y alma.

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DEVAN AMORGUI

Desde  mi breve introducción al mundo —no hubo voluntad propia, fue una imposición foránea— lo supe. Vi, sentí, pensé y escribí himnos. Pueden honrar al que está clavado en el árbol. No lo digo con ironía. Y ahora este presente instante se dilata, perecedero quiere hacerse eterno... Puedo contar diez mil y una flor de mi Carmen para consolar una vida dolorida, entretener una muerte tediosa.

Un mundo pasa bajo sus pies ¡Dios de las alturas celestes! Yo soy el hombre, fugitivo, busqué tu sonrisa y encontré una concha vacía.

Veo, siento, y pienso, y envidio el silencio que reside en esa piedra. Dichosa piedra, nostálgico poeta, condenado y no me tienta una gloria momificada.

Que llore mi noche, deseo que arda, si me ata el amor que se rompa en fragmentos. A ver si puedo alcanzar un climático fin, destilar una esencia emancipadora y suspender los próximos, funestos y trágicos renacimientos. Lo deseo en cuerpo y alma.

DEVAN AMORGUI

Desde  mi breve introducción al mundo —no hubo voluntad propia, fue una imposición foránea— lo supe. Vi, sentí, pensé y escribí himnos. Pueden honrar al que está clavado en el árbol. No lo digo con ironía. Y ahora este presente instante se dilata, perecedero quiere hacerse eterno... Puedo contar diez mil y una flor de mi Carmen para consolar una vida dolorida, entretener una muerte tediosa.

Un mundo pasa bajo sus pies ¡Dios de las alturas celestes! Yo soy el hombre, fugitivo, busqué tu sonrisa y encontré una concha vacía.

Veo, siento, y pienso, y envidio el silencio que reside en esa piedra. Dichosa piedra, nostálgico poeta, condenado y no me tienta una gloria momificada.

Que llore mi noche, deseo que arda, si me ata el amor que se rompa en fragmentos. A ver si puedo alcanzar un climático fin, destilar una esencia emancipadora y suspender los próximos, funestos y trágicos renacimientos. Lo deseo en cuerpo y alma.

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